Hola, quiero compartir con uds. una parte del curso breve que dictó el Prof. Leandro Pinkler acerca el TIEMPO. Me ayudó muchísimo a tomar perspectiva respecto de la concepción del tiempo en el mundo moderno y especialmente, a la manera en que nos relacionamos con él.
Les confieso que comencé a hacer experimentos con este tema en mi vida cotidiana, y he llegado a la conclusión de que podemos "manejar" esto que percibimos y definimos como tiempo, según nuestras necesidades de cada instante. El tiempo -en mi humilde opinión- es elástico y depende de nuestra actitud mental que lo adecuemos a nuestro modo en vez de dejarnos llevar por él.
Y qué mejor que los ciclos de los cielos y la carta natal para penetrar en sus misterios. Aquí va el comienzo de la charla... Disfruten
El Tiempo y la Eternidad - Extracto de la conferencia dictada por el Prof. Lic. Pinkler
(12–feb-08)
Lic. Pinkler: Buenas tardes. Bueno, empezamos, justamente, tratando de no perder el tiempo, ¿no?. Empezamos con una famosa cita de Virgilio, está en la cuarta Égloga y dice:
Tempus Irreparabile Fugit
Está en latín pero se comprende transparentemente. Significa: El tiempo se escapa, huye, pasa, irreversiblemente. “Irreparablemente” sería muy literal, pero no sería la idea exacta, porque a veces da la idea de que no podemos reparar las cosas que hacemos, no significa eso. Es que el tiempo se escapa inexorablemente, es ese sentido, y es como que el tiempo, inexorable, se escapa.
Es imposible detener el tiempo. Esta idea, de la poesía, habla desde la vivencia existencial de lo que es nuestra vida y nuestra percepción del tiempo. Cuando se dice esto desde otras perspectivas, se habla también de “la flecha del tiempo”. La flecha del tiempo es un término más bien técnico que se refiere justamente a que la duración temporal va de pasado a futuro, y lo que estamos viendo desde esta cita es que la concepción del tiempo va a tener distintas dimensiones. No es la intención de este curso, que tiene un programa acotado de 6 reuniones, hablar desde todas las perspectivas y todas las dimensiones, algunas son muy complejas, tienen que ver la física, con la termodinámica, con la teoría de la relatividad, hay muchas perspectivas desde las cuales se articula la concepción del tiempo. Nosotros vamos a distinguir, en principio, al menos 3 dimensiones, que son las que habitualmente se distinguen. Si uno ve en la historia de la filosofía, o un buen diccionario de filosofía, quizás no encontrarán los mismos términos, pero conceptualmente van a ver esta misma distinción.
Ante todo hay lo que llamamos “una dimensión cosmológica del tiempo”. “Una dimensión cosmológica del tiempo” significa, ante todo, que el tiempo, conjuntamente con el espacio, son las determinaciones de todo lo que se manifiesta en el cosmos y en el mundo; que va a haber distintas formas de concebir el cosmos y por eso hablaremos, después, dentro de lo que es esta perspectiva cosmológica, de la concepción de un tiempo lineal que se asociará -así, de manera general, después veremos los problemas- con la concepción judeocristiana del tiempo y una concepción del tiempo cíclico que tendrá que ver con ciertas concepciones muy antiguas del mundo indoeuropeo, del mundo persa, del mundo griego, de las concepciones de la India.
Esta determinación con la que estamos iniciando es que cuando hablamos del tiempo, hablamos desde una dimensión cosmológica. Y esto es que todo lo que se manifiesta en el cosmos, se manifiesta en lo espacio-temporal. Hay que ver en qué forma se concibe lo espacial. Estará el problema de las 3 dimensiones del espacio y el problema que está involucrado en esto que es la concepción de una cuarta dimensión. Es decir, es eso lo que estamos, no solucionando nada, sino enunciando. Esto es una dimensión para hablar del tiempo, es una dimensión cosmológica. Otra es la dimensión que llamamos psicológica o subjetiva, que es cómo se vivencia el tiempo, cómo se experimenta, cómo tenemos –en la terminología griega- Mneme. Aristóteles mismo ha dicho que la filosofía es el análisis de lo obvio, ¿si?, bueno, justamente, para despertarnos acerca de lo de que no somos conscientes. Entonces, lo que dice Aristóteles es que Mneme, es decir “memoria”, solamente tenemos de lo pasado. Es algo obvio, pero lo que está diciendo Aristóteles es que aquella representación que tenemos de lo pasado se denomina Mneme, que es memoria y aquella representación que tenemos de lo futuro, en griego se denomina Elpis. Es una palabra difícil de traducir porque es lo que los latinos dan por Spes, que se traduce habitualmente por “esperanza”, pero sin connotación. La esperanza tiene un aspecto así como positivo, ¿no?, “tenemos esperanza”; pero si uno tiene una Elpis de que a uno le va a ocurrir un accidente, también es una Elpis, porque la Elpis en el sentido técnico es “la representación que se tiene del futuro”. Tenemos una representación del pasado y una representación del futuro, la representación que tenemos del pasado se llama Mneme, “memoria”; la representación que es una expectativa, es la Elpis. En este sentido, lo que está involucrado aquí es justamente que lo que nos constituye a nosotros como seres –que da muy particular y profundamente Heidegger en Serie y Tiempo- es nuestra relación con el tiempo. Aquí la vivencia del tiempo no es una vivencia fría y objetiva, sino que el tiempo se asocia con nuestro devenir y se asocia con lo que es también el “ser para la muerte”. Es decir, el tiempo no es solamente una categoría fría, teórica, física, si no que el tiempo se asocia con el devenir, se asocia con el deterioro, se asocia con la vejez, se asocia con la muerte. De allí que todo el simbolismo del tiempo, como veremos en los aspectos de una forma de tratamiento más simbólica mitológica, una forma de tratamiento más teórica filosófica. En la mitología veremos muchos aspectos del tiempo como aquello que tiene que ver con lo oscuro porque se habla del paso indefectible del tiempo y de la irreparabilidad de lo pasado. Es decir, esta dimensión como subjetiva y psicológica del tiempo, tendrá que ser diferenciada, para ver sus relaciones, con la dimensión que llamamos cosmológica.
Hay una tercera dimensión. “Dimensión” no en el sentido de las tres dimensiones, sino “dimensión” de cómo se habla del tiempo. Es lo que es la dimensión ontológica. Ontológica es la pregunta que es “¿qué es el tiempo?” Esto es lo que después trataremos más como la segunda parte del curso, veremos como un tratamiento de cuál ha sido una de las preguntas que son articuladoras, justamente, del espacio de la filosofía, cómo ha sido siempre medular la pregunta “¿qué es el tiempo?”, ¿el tiempo es una cosa?. Hay un importante texto de Heidegger que se llama La pregunta por la cosa, cuando decimos “cosa”, decimos muchas cosas. “Cosa” en latín se dice res, de donde viene “realidad”, cuando se dice “el tiempo es una cosa”, significa ¿es algo existente?, ¿subsistente de por sí?, ¿hay una dimensión absoluta del tiempo?, ¿o es una cualidad de las cosas?. Es decir, o es algo inherente -lo decimos simplificadoramente como introducción- o no es real el tiempo. ¿En qué sentido utilizo la palabra real? No es algo que sea propio de las cosas, sino que es una capacidad del sujeto humano para comprender y construir la interpretación que tiene de la realidad.
Insisto en que esto es introductorio y simplificador en una primera puesta conceptual. Habrá la forma de pensar el tiempo de manera objetiva, como una realidad en sí, y una manera de pensar el tiempo, como llegará a comprenderlo Kant, que lo ve de una manera extraordinaria, no decir que es meramente subjetivo sino que es una característica de lo que el llamará “el sujeto trascendental”, que es el ser humano. Es decir, ahí el tiempo aparecerá como un ordenador de todos los fenómenos de la experiencia. Es decir, y ahí en ese sentido, va a aparecer como algo que es del sujeto humano, pero entendido de una manera muy particular. Es decir que la pregunta, en el sentido ontológico, es “¿qué es el tiempo?”.
Uno de los textos más lindos para compartir es el Capítulo 11 de Las Confesiones de San Agustín, que trata todo acerca del tiempo. La Editorial Colihue Argentina está haciendo una importante labor editorial, ha traducido una serie de cosas, la poética de Aristóteles, la ética nicomaquea de Aristóteles, y hay una reciente edición de las confesiones de San Agustín. Al ser argentina es accesible, y además está muy bien. La otra es la de Akal Universitaria, la otra es la de BAC (biblioteca de autores cristianos). Comento esto porque la idea es compartir de acá a dos reuniones el Capítulo 11 de las Confesiones de San Agustín. Ahí está uno de los más citados textos de la filosofía. Además de ser San Agustín un gran filósofo, es un gran escritor, así que es muy lindo poder compartir este texto, que lo voy a citar, porque en pocas palabras dice prácticamente todo. Es decir, desde lo cual, mucho más no se ha ido, en relación a la pregunta.
“En definitiva, ¿qué es el tiempo?. Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quisiera explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo único que le digo con seguridad es que sé que si nada pasara, no habría tiempo pasado, y si nada viniera no habría tiempo futuro, y si nada existiera, no habría tiempo presente. Pero esos dos tiempos, el pasado y el futuro, ¿cómo pueden existir? Si el pasado ya no existe, y el futuro todavía no existe. En cuanto al presente, si siempre fuera presente y no llegara a ser pasado, ya no sería tiempo, si no eternidad. Y si el presente, para ser tiempo, necesita que llegue a ser pasado, cómo decimos que existe el presente si su razón de ser consiste en dejar de ser. De modo que, en realidad, no podemos decir que existe el tiempo si no aún cuando tiende a no existir”.
Esto está dicho en muy linda prosa, con una expresión muy clara de los verbos, precisión, lo que está diciendo es la dificultad, justamente, de pensar el tiempo porque si lo pensamos desde la duración, y el tiempo está ligado en ese sentido a la duración, bueno, se llega a la aforía de que el pasado ya no existe y el futuro todavía no existe, y que el presente solamente existe en la medida en que ha pasado. Esto que expresa -a lo largo de todo este capítulo se explaya mucho más- va a ser una distinción entre lo que es el nunz, la palabra ahora, vieron que se habla de “aquí” y “ahora”, pero hay un nunz que es un nunz fluens, la expresión latina, que significa un “ahora fluyente”. Siempre estamos en el ahora. Es decir, no estamos hablando acá de la disposición psicológica, quizás uno está pensando en qué tiene que hacer mañana, otro lo que hizo ayer, no, sino que hay un ahora que siempre está fluyendo, en el sentido heraclitio del panta rei, todo fluye, todo deviene. Es decir, hay un ahora que es fluyente, pero en realidad si pensamos el ahora, en el sentido preciso del ahora, a lo que llega San Agustín es a la distinción que hacíamos desde el principio, que hay un solo ahora, si pensamos que cada momento es un “ahora”, tenemos como una infinita sucesión de “ahora”. Dice: “en realidad, lo que hay es un solo ahora”, un solo presente, y el presente es desde comprendemos la representación que tenemos del pasado y la representación que tenemos del futuro, pero para eso es necesaria la concepción –damos algunas ideas al principio para después profundizarlas- de un nunz que es stans. Uno es el “ahora fluyente” y el otro, stans habría que traducir “que permanece”, stans significa “estable”, “que no varía”. La concepción que hay aquí, es la concepción que, en realidad, vamos a ver en las diferentes formas de pensar la ontología del tiempo y es la que va a llevar a la distinción entre tiempo y eternidad. El nunz fluens es un ahora pensado desde el fluir del tiempo y de la duración. En cambio el nunz stans, el “ahora permanente” es un ahora que es siempre el mismo y es el “instante eterno”, y que, por lo tanto, es atemporal, está no determinado por las fluctuaciones, fluens, que van del pasado hacia el futuro.
La concepción agustiniana -que hay que rastrear no desde las influencias pero sí desde lo conceptual, en Platón y Plotino- es la que expresa en relación al tiempo que tiene que ver con la dimensión de Dios. Es eso lo que va a hacer el cambio entre lo que anticipamos como primer idea, después volvemos a enfatizar que estuvimos comentado estas tres dimensiones, pero para seguir con la idea, estamos introduciendo la distinción entre tiempo y eternidad. Lo que dice San Agustín en el apartado 14 del libro 11 de las Confesiones, Dice:
“Por tanto, no hubo un tiempo en que no hicieras nada –se refiere a Dios- porque el tiempo mismo es obra tuya. Ningún tiempo es eterno como tú, porque tú eres inmutable, y si el tiempo fuera inmutable, no sería tiempo”
Es decir, lo que se va a distinguir en este modo de pensamiento, en esta matriz que es la matriz platónica agustiniana, que tendrá sus paralelos en las tradiciones del vedanta, es justamente la diferencia cualitativa entre un mundo de lo manifiesto afectado por lo espacio temporal y un mundo o dimensión de la existencia que no está afectada por la temporalidad. Esta dimensión de la existencia no afectada por la temporalidad es lo que se dice en el sentido estricto de esta concepción, eternidad. Es decir que a lo que vamos es que al decir tiempo, necesariamente, en los tres modos en que presentamos la cuestión -el modo cosmológico, el modo psicológico, y el modo ontológico- se piensa al tiempo como duración, y esto es sinónimo de “devenir”, de “mutación”. Al pensarlo ontológicamente, es decir, “¿qué es el tiempo?”, es que se llega, algunos la niegan, otro no, a la necesidad de que haya una dimensión que sea atemporal.
(12–feb-08)
Lic. Pinkler: Buenas tardes. Bueno, empezamos, justamente, tratando de no perder el tiempo, ¿no?. Empezamos con una famosa cita de Virgilio, está en la cuarta Égloga y dice:
Tempus Irreparabile Fugit
Está en latín pero se comprende transparentemente. Significa: El tiempo se escapa, huye, pasa, irreversiblemente. “Irreparablemente” sería muy literal, pero no sería la idea exacta, porque a veces da la idea de que no podemos reparar las cosas que hacemos, no significa eso. Es que el tiempo se escapa inexorablemente, es ese sentido, y es como que el tiempo, inexorable, se escapa.
Es imposible detener el tiempo. Esta idea, de la poesía, habla desde la vivencia existencial de lo que es nuestra vida y nuestra percepción del tiempo. Cuando se dice esto desde otras perspectivas, se habla también de “la flecha del tiempo”. La flecha del tiempo es un término más bien técnico que se refiere justamente a que la duración temporal va de pasado a futuro, y lo que estamos viendo desde esta cita es que la concepción del tiempo va a tener distintas dimensiones. No es la intención de este curso, que tiene un programa acotado de 6 reuniones, hablar desde todas las perspectivas y todas las dimensiones, algunas son muy complejas, tienen que ver la física, con la termodinámica, con la teoría de la relatividad, hay muchas perspectivas desde las cuales se articula la concepción del tiempo. Nosotros vamos a distinguir, en principio, al menos 3 dimensiones, que son las que habitualmente se distinguen. Si uno ve en la historia de la filosofía, o un buen diccionario de filosofía, quizás no encontrarán los mismos términos, pero conceptualmente van a ver esta misma distinción.
Ante todo hay lo que llamamos “una dimensión cosmológica del tiempo”. “Una dimensión cosmológica del tiempo” significa, ante todo, que el tiempo, conjuntamente con el espacio, son las determinaciones de todo lo que se manifiesta en el cosmos y en el mundo; que va a haber distintas formas de concebir el cosmos y por eso hablaremos, después, dentro de lo que es esta perspectiva cosmológica, de la concepción de un tiempo lineal que se asociará -así, de manera general, después veremos los problemas- con la concepción judeocristiana del tiempo y una concepción del tiempo cíclico que tendrá que ver con ciertas concepciones muy antiguas del mundo indoeuropeo, del mundo persa, del mundo griego, de las concepciones de la India.
Esta determinación con la que estamos iniciando es que cuando hablamos del tiempo, hablamos desde una dimensión cosmológica. Y esto es que todo lo que se manifiesta en el cosmos, se manifiesta en lo espacio-temporal. Hay que ver en qué forma se concibe lo espacial. Estará el problema de las 3 dimensiones del espacio y el problema que está involucrado en esto que es la concepción de una cuarta dimensión. Es decir, es eso lo que estamos, no solucionando nada, sino enunciando. Esto es una dimensión para hablar del tiempo, es una dimensión cosmológica. Otra es la dimensión que llamamos psicológica o subjetiva, que es cómo se vivencia el tiempo, cómo se experimenta, cómo tenemos –en la terminología griega- Mneme. Aristóteles mismo ha dicho que la filosofía es el análisis de lo obvio, ¿si?, bueno, justamente, para despertarnos acerca de lo de que no somos conscientes. Entonces, lo que dice Aristóteles es que Mneme, es decir “memoria”, solamente tenemos de lo pasado. Es algo obvio, pero lo que está diciendo Aristóteles es que aquella representación que tenemos de lo pasado se denomina Mneme, que es memoria y aquella representación que tenemos de lo futuro, en griego se denomina Elpis. Es una palabra difícil de traducir porque es lo que los latinos dan por Spes, que se traduce habitualmente por “esperanza”, pero sin connotación. La esperanza tiene un aspecto así como positivo, ¿no?, “tenemos esperanza”; pero si uno tiene una Elpis de que a uno le va a ocurrir un accidente, también es una Elpis, porque la Elpis en el sentido técnico es “la representación que se tiene del futuro”. Tenemos una representación del pasado y una representación del futuro, la representación que tenemos del pasado se llama Mneme, “memoria”; la representación que es una expectativa, es la Elpis. En este sentido, lo que está involucrado aquí es justamente que lo que nos constituye a nosotros como seres –que da muy particular y profundamente Heidegger en Serie y Tiempo- es nuestra relación con el tiempo. Aquí la vivencia del tiempo no es una vivencia fría y objetiva, sino que el tiempo se asocia con nuestro devenir y se asocia con lo que es también el “ser para la muerte”. Es decir, el tiempo no es solamente una categoría fría, teórica, física, si no que el tiempo se asocia con el devenir, se asocia con el deterioro, se asocia con la vejez, se asocia con la muerte. De allí que todo el simbolismo del tiempo, como veremos en los aspectos de una forma de tratamiento más simbólica mitológica, una forma de tratamiento más teórica filosófica. En la mitología veremos muchos aspectos del tiempo como aquello que tiene que ver con lo oscuro porque se habla del paso indefectible del tiempo y de la irreparabilidad de lo pasado. Es decir, esta dimensión como subjetiva y psicológica del tiempo, tendrá que ser diferenciada, para ver sus relaciones, con la dimensión que llamamos cosmológica.
Hay una tercera dimensión. “Dimensión” no en el sentido de las tres dimensiones, sino “dimensión” de cómo se habla del tiempo. Es lo que es la dimensión ontológica. Ontológica es la pregunta que es “¿qué es el tiempo?” Esto es lo que después trataremos más como la segunda parte del curso, veremos como un tratamiento de cuál ha sido una de las preguntas que son articuladoras, justamente, del espacio de la filosofía, cómo ha sido siempre medular la pregunta “¿qué es el tiempo?”, ¿el tiempo es una cosa?. Hay un importante texto de Heidegger que se llama La pregunta por la cosa, cuando decimos “cosa”, decimos muchas cosas. “Cosa” en latín se dice res, de donde viene “realidad”, cuando se dice “el tiempo es una cosa”, significa ¿es algo existente?, ¿subsistente de por sí?, ¿hay una dimensión absoluta del tiempo?, ¿o es una cualidad de las cosas?. Es decir, o es algo inherente -lo decimos simplificadoramente como introducción- o no es real el tiempo. ¿En qué sentido utilizo la palabra real? No es algo que sea propio de las cosas, sino que es una capacidad del sujeto humano para comprender y construir la interpretación que tiene de la realidad.
Insisto en que esto es introductorio y simplificador en una primera puesta conceptual. Habrá la forma de pensar el tiempo de manera objetiva, como una realidad en sí, y una manera de pensar el tiempo, como llegará a comprenderlo Kant, que lo ve de una manera extraordinaria, no decir que es meramente subjetivo sino que es una característica de lo que el llamará “el sujeto trascendental”, que es el ser humano. Es decir, ahí el tiempo aparecerá como un ordenador de todos los fenómenos de la experiencia. Es decir, y ahí en ese sentido, va a aparecer como algo que es del sujeto humano, pero entendido de una manera muy particular. Es decir que la pregunta, en el sentido ontológico, es “¿qué es el tiempo?”.
Uno de los textos más lindos para compartir es el Capítulo 11 de Las Confesiones de San Agustín, que trata todo acerca del tiempo. La Editorial Colihue Argentina está haciendo una importante labor editorial, ha traducido una serie de cosas, la poética de Aristóteles, la ética nicomaquea de Aristóteles, y hay una reciente edición de las confesiones de San Agustín. Al ser argentina es accesible, y además está muy bien. La otra es la de Akal Universitaria, la otra es la de BAC (biblioteca de autores cristianos). Comento esto porque la idea es compartir de acá a dos reuniones el Capítulo 11 de las Confesiones de San Agustín. Ahí está uno de los más citados textos de la filosofía. Además de ser San Agustín un gran filósofo, es un gran escritor, así que es muy lindo poder compartir este texto, que lo voy a citar, porque en pocas palabras dice prácticamente todo. Es decir, desde lo cual, mucho más no se ha ido, en relación a la pregunta.
“En definitiva, ¿qué es el tiempo?. Si nadie me lo pregunta, lo sé. Si quisiera explicárselo al que me lo pregunta, no lo sé. Lo único que le digo con seguridad es que sé que si nada pasara, no habría tiempo pasado, y si nada viniera no habría tiempo futuro, y si nada existiera, no habría tiempo presente. Pero esos dos tiempos, el pasado y el futuro, ¿cómo pueden existir? Si el pasado ya no existe, y el futuro todavía no existe. En cuanto al presente, si siempre fuera presente y no llegara a ser pasado, ya no sería tiempo, si no eternidad. Y si el presente, para ser tiempo, necesita que llegue a ser pasado, cómo decimos que existe el presente si su razón de ser consiste en dejar de ser. De modo que, en realidad, no podemos decir que existe el tiempo si no aún cuando tiende a no existir”.
Esto está dicho en muy linda prosa, con una expresión muy clara de los verbos, precisión, lo que está diciendo es la dificultad, justamente, de pensar el tiempo porque si lo pensamos desde la duración, y el tiempo está ligado en ese sentido a la duración, bueno, se llega a la aforía de que el pasado ya no existe y el futuro todavía no existe, y que el presente solamente existe en la medida en que ha pasado. Esto que expresa -a lo largo de todo este capítulo se explaya mucho más- va a ser una distinción entre lo que es el nunz, la palabra ahora, vieron que se habla de “aquí” y “ahora”, pero hay un nunz que es un nunz fluens, la expresión latina, que significa un “ahora fluyente”. Siempre estamos en el ahora. Es decir, no estamos hablando acá de la disposición psicológica, quizás uno está pensando en qué tiene que hacer mañana, otro lo que hizo ayer, no, sino que hay un ahora que siempre está fluyendo, en el sentido heraclitio del panta rei, todo fluye, todo deviene. Es decir, hay un ahora que es fluyente, pero en realidad si pensamos el ahora, en el sentido preciso del ahora, a lo que llega San Agustín es a la distinción que hacíamos desde el principio, que hay un solo ahora, si pensamos que cada momento es un “ahora”, tenemos como una infinita sucesión de “ahora”. Dice: “en realidad, lo que hay es un solo ahora”, un solo presente, y el presente es desde comprendemos la representación que tenemos del pasado y la representación que tenemos del futuro, pero para eso es necesaria la concepción –damos algunas ideas al principio para después profundizarlas- de un nunz que es stans. Uno es el “ahora fluyente” y el otro, stans habría que traducir “que permanece”, stans significa “estable”, “que no varía”. La concepción que hay aquí, es la concepción que, en realidad, vamos a ver en las diferentes formas de pensar la ontología del tiempo y es la que va a llevar a la distinción entre tiempo y eternidad. El nunz fluens es un ahora pensado desde el fluir del tiempo y de la duración. En cambio el nunz stans, el “ahora permanente” es un ahora que es siempre el mismo y es el “instante eterno”, y que, por lo tanto, es atemporal, está no determinado por las fluctuaciones, fluens, que van del pasado hacia el futuro.
La concepción agustiniana -que hay que rastrear no desde las influencias pero sí desde lo conceptual, en Platón y Plotino- es la que expresa en relación al tiempo que tiene que ver con la dimensión de Dios. Es eso lo que va a hacer el cambio entre lo que anticipamos como primer idea, después volvemos a enfatizar que estuvimos comentado estas tres dimensiones, pero para seguir con la idea, estamos introduciendo la distinción entre tiempo y eternidad. Lo que dice San Agustín en el apartado 14 del libro 11 de las Confesiones, Dice:
“Por tanto, no hubo un tiempo en que no hicieras nada –se refiere a Dios- porque el tiempo mismo es obra tuya. Ningún tiempo es eterno como tú, porque tú eres inmutable, y si el tiempo fuera inmutable, no sería tiempo”
Es decir, lo que se va a distinguir en este modo de pensamiento, en esta matriz que es la matriz platónica agustiniana, que tendrá sus paralelos en las tradiciones del vedanta, es justamente la diferencia cualitativa entre un mundo de lo manifiesto afectado por lo espacio temporal y un mundo o dimensión de la existencia que no está afectada por la temporalidad. Esta dimensión de la existencia no afectada por la temporalidad es lo que se dice en el sentido estricto de esta concepción, eternidad. Es decir que a lo que vamos es que al decir tiempo, necesariamente, en los tres modos en que presentamos la cuestión -el modo cosmológico, el modo psicológico, y el modo ontológico- se piensa al tiempo como duración, y esto es sinónimo de “devenir”, de “mutación”. Al pensarlo ontológicamente, es decir, “¿qué es el tiempo?”, es que se llega, algunos la niegan, otro no, a la necesidad de que haya una dimensión que sea atemporal.
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